Cómo empezar el día con mal pie

Alguien quiere empezar mal el día? Pues no. Es algo que detestamos, que odiamos… comenzar ya la mañana con el ceño fruncido y ganas de morderle la yugular a alguien. Pero la realidad es que ocurre. Días nefastos, que pintan grises aún sin haber salido de casa. “Quiero volver a meterme en la cama y que el mundo se olvide de mí” Torcidos, jodidos de veras, vaya.

Esas mañanas no suceden porque sí, qué va, no no. Son suma de una multiplicidad de pequeños detalles, que por separado puede que nos fastidien un poco el ánimo, pero juntos pueden desencadenar el comienzo del Apocalipsis.

Así que, tenemos que estar avisados de que amenaza día chungo cuando nos encontramos con esto:

– Te has dormido: el despertador del móvil lo programaste para las 6:30! De la tarde. Qué gracia. Abres el ojo, ves que vas con media hora de retraso… y sales de la cama como si tuvieras un petardo en el culo.

– No hay café hecho. Estando solo tiene un pase (uno se cabrea con uno mismo y listo) pero en pareja… es el principio de un mal rollooooooooo… “Te lo has terminado? Ya podrías haberme puesto a hacer una cafetera mientras me ducho, que voy tardísimo. Es que siempre igual” Y aún puede empeorar si, además, resulta que no tienes café molido para ponerlo. Entonces ya el cabreo puede ser mayúsculo.

– Rollo de papel vacío: sí, ese momento en el que te das cuenta que estás sin papel higiénico, que suele ser justo cuando vas a usarlo. Y no, no hay en el armario del baño. Y sí, tienes que ponerte a dar voces para pedir un rollo, a ver si tu pareja (que esperemos que no esté muy enfadado/a tras el bocinazo que le has soltado por lo del café) es tan amable de alcanzártelo. Si vives sólo, bueno… instantes de modelo pingüino.

– Agua fresquita en la ducha: o tu pareja la ha usado toda o directamente se ha jorobado la caldera. Y no hay vuelta atrás, porque uno se da cuenta de esto cuando ya está dentro y tras haber usado el resto de agua caliente que quedaba en la cañería (fútil ilusión!) y ya andas medio enjabonado. El caso es que sabes que te tienes que aclarar… y no puedes. Qué dolor, qué frío, qué de tó. Y mierda, no hay café para que te entone!

– Ausencia de ropa interior limpia. Vas tarde, sin café… y no encuentras en el cajón de la ropa interior más que calzoncillos con agujeros o bien las bragas modelo Bridget Jones. Y uno se viste pensando “Por favor por favor por favor, que no vaya a pasar nada y me tenga que quedar con esto puesto a la vista! Qué vergüenzaaaaaaa”

– Lo que te ibas a poner está o sucio o sin planchar. Malo en ambos casos. En un caso o en otro (si tienes que pensar qué otra cosa te vas a poner, o si te animas a planchar lo que tenías pensado) vas a llegar aún más tarde.

– Dónde están las llaves? Matarile rile rile… Esa es la canción que se canta en muchos hogares españoles por la mañana. Da igual qué llaves sean (las de casa, el coche, la oficina) Y siempre están en el último sitio donde se buscan, qué casualidad. Pero eso sí, seguro que te has olvidado otra cosa (la mochila del gimnasio, la tartera, al niño)

– Transporte: si vas en bus o en metro, los pierdes. Pero aún más, es por segundos, después de pegarte la carrera hacia la parada o el andén respectivo y que te cierren la puerta en las narices. Si vas en coche, pillas el atasco monumental del siglo y llevas el coche en la reserva (angustiaaaaaaaaaaaa)

– Sales del metro, y pisas una caca de perro. Si vas en coche, no consigues encajarlo ni untándolo en vaselina para que quepa en ese mini hueco que has visto. Al final consigues dejarlo aparcado tan lejos que te hace falta un billete de metro para llegar.

– Llegas a la oficina. No encuentras las llaves. Tus compañeros no te oyen cuando llamas al portero automático. Vas aún más tarde.

– Entras corriendo, esperando/rezando para que tu jefe/a que suele llegar tarde, ese día siga siendo impuntual. Pues no, mira tú. Te pilla de frente según entras. Entonces te cae la bronca sin que dé tiempo a quitarse el abrigo.

Hay un elemento que puede empeorar exponencialmente todo lo anterior. Lluvia. Como has salido corriendo y mal vestido de casa por ir tarde, te has puesto zapatos finos y se calan los pies. O te has dejado la chaqueta y vas heladito. En el bus, la gente o te clava sus paraguas o te empapa con ellos (malditos chismes del demonio, creo que pierdo 4 cada invierno) Los atascos empeoran, los coches van tan despacio que parece que estuvieran buscando sitio en un aparcamiento más que por la carretera. Te resbalas a la salida del metro: no te caes, pero te da un tirón en la espalda. El paraguas se te da la vuelta por el viento, y te empapas. Y tú destemplao, porque no te has tomado el café.

Sigo? Bueno, creo que ha quedado claro cómo empezar mal un día. Ante esto, cuando parece que los astros se alinean, baja la marea y los elementos se conjugan para amargarle a uno el día, sólo se puede agachar la cabeza y aguantar el tirón.

Y después de salir de trabajar, recurrir a la una buena alimentación reparadora, dígase, chocolate, pizza y cerveza/vino. En cantidades proporcionales a la cantidad de los sucesos anteriores que hayan pasado en una misma mañana. El máximo recomendable son 1 tableta de chocolate Valor con almendras, 1 pizza Pata Negra del Domino´s y 2 litronas de cerveza ó 1 botella de vino tinto por persona (cantidades máximas aplicables sólo en caso de desesperación absoluta: aparte de ocurrirte todo lo anterior, se te ha inundado la casa porque se ha roto la lavadora)

Pero no perdamos la esperanza. Estadísticamente, es poco probable que todos estos factores maléficos se puedan dar a la vez. Son como los fallos de los aviones: pasan de uno en uno y permiten que el avión vuele, esto es, que nuestro día no termine de ser un desastre del todo. Así que ánimo. Bueno, a mí por lo menos, esta mañana, lo único que me ha pasado es lo del despertador… y que voy a tener que coger el metro para ir al coche!

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